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RETRATOS

Cuando era niño las ilustraciones de los libros escolares o las fotos de las revistas en las que aparecían rostros me llamaban tan poderosamente la atención que con lápiz o con bolígrafo intentaba reproducirlas. Después seguí haciéndolo del natural  con mis hermanas, compañeros y amigos de piso, del servicio militar, del ámbito del vuelo o del trabajo.

No sabría precisar cuál era la razón que me empujaba a ello, supongo que tiene que ver con la fascinación que produce comprobar que, con medios sencillos y gracias a la coordinación de la vista y la mano, se puede conseguir capturar parte de la esencia  de las personas y dejarla prendida en un trozo de papel, de tela o de madera.

En la place du Tertre de París, en Covent  Garden en Londres y en multitud de calles y plazas de todo el mundo  los retratistas callejeros siguen explotando esta fascinación, y lo mismo se puede decir de otros artistas que trabajan técnicas y procedimientos más complicados o incluso de fotógrafos cuyas máquinas hacen casi todo el trabajo.

El rostro de nuestra madre, padre, parientes y amigos es lo  primero y lo más importante que vemos al empezar a formar imágenes en nuestro cerebro, y no es de extrañar por tanto, la enorme capacidad de sugestión y estímulo que tienen para nosotros un par de ojos, una nariz y una boca, que además se mueven y cambian de expresión.

Dejo aquí muestra de mi esfuerzo por capturar el “alma”, o dicho de otro modo, la personalidad o simplemente la orografía del rostro de algunas personas que se cruzaron en mi vida.

PEPE EL ESQUIVO
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PASTEL

Se aplica con rapidez, los colores son muy sugerentes y es relativamente limpio.    

 

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OLEO

Las primeras veces que vi a alguien delante de un caballete me quedé maravillado, tanto o más, por los procedimientos como por los resultados.    En cierta ocasión intenté, por mí mismo y sin conocer la importancia de dejar secar las capas, hacer un sencillo bodegón en la cocina de mi casa y los resultados fueron tan penosos que ese pequeño fracaso me hizo huir de pinceles y aceites durante muchos años.     

En el servicio militar, en el cuartel de infantería de Mahón, hice amistad con un estudiante de bellas artes de Málaga que estaba en mi compañía y una de las veces que fui a visitar sus dependencias, tenía entre manos un retrato del rey Juan Carlos, al que con ayuda de algunas fotografías, muchas capas y mucho tiempo estaba intentando dar suficiente empaque para poder justificar su cometido en el cuartel.  

Como yo, por entonces, hacía algunos retratos a lápiz de compañeros y dibujos varios entre los que estaba el de mi  cartería, decidí hacer un cuadro del ambiente cutre y maloliente que se respiraba en el cuartucho del que yo era dueño y señor (envidiado por muchos que no tenían un cubículo donde guarecerse de la aleatoria hostilidad de los mandos) y en el que se pudieran apreciar las paredes desconchadas, el buzón de aglomerado, los paquetes de la tropa tirados por el suelo y el límpido azul del cielo a través de la puerta abierta representando la luz y la libertad al final del túnel.

Me compré pinceles y pinturas y durante unas cuantas tardes, con mucha paciencia fui plasmando mi idea. Desgraciadamente antes de acabarla  fui a parar al calabozo y  el cuadro al óleo que tanto significaba para mí, y que casi puedo considerar el único cuadro al óleo que he hecho , se quedó sin terminar.

Es posible que algún día lo termine y le ponga un marco adecuado, en cuyo caso  podría convertirse en un lienzo notorio por haber llevado su elaboración más de 40 años.

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FOTOGRAFÍA

"El video mató a la estrella de la radio” decía la canción y “La fotografía acabó con el artista copista”.

Cuando veo cuadros en directo, es decir en salas de exposición, tengo la mala costumbre de preguntarme en qué medida esas obras figurativas de árboles, bodegones o personas están apoyadas en fotografías previas  y si esas fotografías no nos hablarían con tanta o más precisión, e incluso más poesía, de lo que lo hace el pintor, aunque sin el mérito del trabajo artesano, por supuesto.

El empleo de la fotografía como ayuda y como base para la pintura de cualquier tipo es algo que ya hacían los impresionistas y que se sigue y se seguirá haciendo, sin acabar de matar por ello a la estrella de la radio.

Está claro que ante la disyuntiva de pasar horas en el campo, a la intemperie, o en la calle rodeado de curiosos o convenciendo a amigos o contratando gente para que  sirvan de modelos  y la fácil alternativa de hacer clic con el dedito y trabajar cómodamente en el estudio, la balanza, salvo excepciones, se inclinará hacia lo más cómodo  privando al autor de ese intenso y auténtico diálogo con los elementos que desea capturar y del esforzado recuerdo de los mismos.

Esta especie de autoengaño en el que con muy buenas intenciones caen muchos de nuestros artistas contemporáneos, es una de las razones que me animó a dedicar, con preferencia,  mi tiempo a los trabajos en madera, con diseños abstractos o figurativos más íntimos, más personales y en los que la parte artesana y la personalidad de la madera cobran una relevancia primordial.

Quiero mostrar aquí algunas  fotografías porque me  parece  que tienen cierto valor expresivo en sí mismas  y aunque alguna vez pensé en traducirlas a acrílicos, a pastel o a madera  para  poner a prueba mis habilidades de compositor-artesano y mi capacidad de trabajo, hasta ahora no lo he hecho.

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